Sobre la Comunidad Terapéutica Antroposófica de Cuyuncaví
Todos los hombres portamos un núcleo esencial que se manifiesta como una luz que surge desde nuestro interior. Esta esencia -por el hecho de habernos alejado del mundo espiritual para ir en pos de la libertad en la Tierra- se va cubriendo de velos en el transcurso de nuestra vida, haciéndose cada vez más opaca, llegando a veces casi a su extinción. Esto puede llevar a perdernos a nosotros mismos y a la experiencia de que somos sólo seres naturales intransformables, con lo cual surge en el fondo del alma la experiencia de pérdida del sentido de la vida, angustia, soledad, miedo, quedando inmersos en un profundo dolor y autoreferencia.
Estas dolorosas experiencias son expresadas por muchas personas, especialmente jóvenes, en su afán por evadirse o enfrentar violentamente el mundo en que vivimos, a través de las drogas, alcohol y todo tipo de adicciones. Enfermedades como la depresión, trastornos de personalidad y alimentación y muchas otras, ponen en escena el drama de tantos seres humanos que resienten la falta de sentido de sus vidas, la fragilidad de los vínculos humanos, y no encuentran el camino para tomar su vida en sus manos con vigor no para levantar los vínculos con otros con seguridad y confianza. La incertidumbre y la desconfianza se apodera de su alma y se sienten incapaces de un compromiso, de mantener un trabajo, o de insertarse en la sociedad de un modo activo y responsable.
La terapia antroposófica que ofrecemos en la Comunidad Terapéutica de Cuyuncaví se abre a aquellas personas que se encuentran en una encrucijada, en un punto de quiebre en su vida y que debilitadas en su voluntad, no se sienten capaces de enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo. Aquí se ofrece un camino hacia el encuentro consigo mismo, en la medida en que por un arduo trabajo los pacientes aprenden a ir descorriendo los velos en pos de encontrar en su interior el núcleo esencial humano. La terapia tiene como centro el trabajo agrícola en una vida en comunidad y apoyada por la medicina antroposófica.
En la granja biológico-dinámica los pacientes comienzan a tomar compromisos de trabajo y a desarrollar actividades que los ayudan a ir levantando vínculos con el mundo, con la naturaleza y con otros hombres. Ese esfuerzo, esa búsqueda de superación es acompañada por el terapeuta en pos de ir reestructurando su vida anímica y haciéndose afín a aquello que la agricultura biológico-dinámica realiza al armonizar el trabajo agrícola con el cosmos. Lentamente se va tejiendo una nueva red de pertenencia y confianza basada en la perseverancia, el trabajo y la entrega, que se dirige a brindar los productos agrícolas a la sociedad y la incorporación de los pacientes que se sanan nuevamente al mundo.
Nuestra granja está en el Valle de Curacaví, a 50 Km. de Santiago, y actualmente tiene 26 hectáreas. Cuando llegamos era tierra baldía que poco a poco hemos ido cultivando. En esta labor de levantar la granja biológico dinámica, los pacientes tienen una participación activa, involucrándose no solo en los trabajos sino también en su proyección. De acuerdo con las capacidades de cada uno y con su propia terapia, ellos labran la tierra ayudados por caballos, ordeñan manualmente las vacas, cuidan de los animales, etc.
En el transcurso de los dieciocho años que tiene la institución muchos jóvenes han podido reestablecer sus vidas, iniciando o terminando sus estudios, incorporándose al ámbito laboral, dando así testimonio de haber enfrentado la encrucijada en la que se encontraban.
En 1998 un grupo de amigos de este impulso hemos formado la Corporación Terapéutica y Educativa Kaspar Hauser, entidad sin fines de lucro, con el propósito de amparar y respaldar en lo económico y legal a la Comunidad Terapéutica de Cuyuncaví. Desde entonces hemos ido adquiriendo las propiedades materiales, tanto la granja como la casa donde viven los pacientes, y toda la infraestructura con que contamos, como establo, corral del toro, regadío, pozos, animales, vehículos, lo que ha sido posible gracias a donativos.
Claudio Rauch: palabras del fundador
"En los seminarios de antroposofía que hacía a jóvenes, empecé a advertir que muchos tenían problemas con drogas o depresión y sentía la necesidad de crear un espacio terapéutico para ellos en el campo, como los que había visto en Europa: lugares donde las personas se replegaban por un tiempo, para recomponerse y volver repuestas interiormente a enfrentar el rigor".
"Lo hice porque me fui dando cuenta de que las personas nunca van a poder enfrentar correctamente el rigor del mundo de hoy, sin pasar algún tiempo viviendo en el campo. Y ese convencimiento lo tuve cuando comprendí que la primera actividad productiva que desarrolló el hombre fue la agricultura. Es en el trabajo en la tierra donde el hombre comprende su responsabilidad con los otros: es ahí donde se brinda a las plantas y a los animales y se da cuenta de que ellos le retribuyen. Eso, hoy en día, es terapia en sí mismo".
"Empezó a llegarnos gente muy enferma o drogadictos muy pesados, gente que no podía entrar bien en la sociedad. Y que hoy es el patrón de casi todos los casos: llegan derivados por sicólogos y siquiatras que ya no saben qué hacer con ellos".
"Mientras una persona pueda funcionar en la ciudad, les digo que sigan encarando sus problemas ahí con ayuda de un terapeuta. Pero aquí llegan cuando la vida se les hace de verdad imposible porque están totalmente desestructurados: ya no pueden trabajar ni estudiar".
Entrevista en el diario La Tercera a la Comunidad Terpéutica Antroposófica de Cuyuncaví
"En una granja sin rejas, ubicada a 50 km de Santiago, funciona una comunidad terapéutica antroposófica cuyo enfoque plantea que despertarse al alba, arar la tierra, ordeñar vacas y dibujar flores tiene un poder sanador potente si, además, va acompañado de remedios naturales y la guía de un grupo de terapeutas. Por ahí han pasado más de cien personas con adicciones, depresiones e intentos suicidas; varios con fracasos previos de las terapias tradicionales. Estas son sus historias."